San Juan

El otoño es, sin duda, la mejor época para explorar San Juan. El clima es perfecto para disfrutar de largos días al aire libre sin preocuparse por el sofocante calor del verano ni el frío de invierno. Es la temporada ideal para disfrutar de paisajes montañosos, cielos estrellados y la compañía de tu mascota en un entorno natural inigualable.

Barreal, Calingasta:

Nuestra primera parada fue Barreal. Aquí nos adentramos en la Pampa del Leoncito, donde la inmensidad del paisaje y la tranquilidad del lugar nos permitieron desconectar del mundo. Las noches allí son mágicas, porque se pueden observar el cielo y las estrellas en su máximo esplendor. También recomendamos agendar una visita al observatorio para no perderse ningún detalle. Cuando volvíamos de esta experiencia cósmica, la calma fue interrumpida por un inesperado encuentro con la gendarmería que nos retuvo por la “pinta de hippies”. ¡Nos incautaron una crema de marihuana y tuvimos que visitar la comisaría para hacer la denuncia! Teniendo el privilegio de quedar como el primer expediente en la zona por portación de Cannabis. 

Al día siguiente, todavía en Barreal, escalamos la Teta Colorada y disfrutamos de una cabalgata épica, rodeadas por la majestuosidad de los Cerro Alcázar y Cerro Colorado.

Rodeo, Iglesia:

Nuestra segunda parada nos llevó a Rodeo, Iglesia. Aquí, las cosas se complicaron un poco más. Siguiendo las indicaciones de Google Maps (que se ve que no conoce bien San Juan) fuimos el Camino del Inca que es intransitable. No hay nada, es prácticamente un desierto y es todo piedra, por lo que si llegábamos a pinchar no había nadie que nos rescatara. Además es mucho más largo ya que nos llevó cinco horas llegar a destino. Cuando arribamos a Rodeo, la casa rodante murió por el estrés. Afortunadamente, un alma caritativa nos ayudó y pudimos explorar el Dique Cuesta del Viento, donde nos quedamos boquiabiertas viendo volar a los kitesurfers. Una vez que resucitaron en un taller a nuestra van,  logramos disfrutar de las vistas espectaculares de Angulasto, Las Flores, y Achango antes de continuar nuestra aventura.

Valle Fértil:

El último tramo de nuestra travesía nos llevó a Valle Fértil, hogar de medicina ancestral y de los legendarios dinosaurios. Después de tres sinuosas horas de viaje, llegamos de noche y, como no podía ser de otra manera, terminamos enterradas en el primer río que se nos cruzó. A pesar de las adversidades, Valle Fértil nos regaló una experiencia única. Haciendo parada en La Majadita, donde los cactus son protagonistas, caminamos por la zona y probamos la medicina que por su efecto alucinógeno, te alinea los chakras y te hace escuchar tu voz interior, preparada con el cactus de San Pedro.

Después de este viaje introspectivo, partimos al Parque Provincial de Ischigualasto, también conocido como el Valle de la Luna, y caminamos por los mismos terrenos que una vez pisaron los dinosaurios hace millones de años. Fue una sensación indescriptible. Si tienes la oportunidad de hacer esta visita en luna llena es altamente recomendable.